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miércoles, 17 de febrero de 2010

La gestión de la gripe A

En España, en términos generales, se ha hecho una buena gestión en el abordaje de la epidemia de gripe A. Se aprovechó la experiencia acumulada en los últimos tiempos sobre la preparación de una posible epidemia de gripe aviar.

Coincidiendo con una importante reducción de la incidencia de casos de gripe A, se han vertido críticas sobre la gestión de la OMS en este asunto, y de forma más velada, sobre la de distintos gobiernos. Coinciden en señalar que se creó una alarma innecesaria, vista ahora la levedad de la enfermedad, de la que se ha beneficiado la Farmaindustria, se adquirieron millones de vacunas, muchas de las cuales no se usaron, sembrándose así dudas sobre si detrás de todo esto ha habido un interés puramente comercial de los laboratorios farmacéuticos.

Si revisáramos algunas de las crisis sanitarias del pasado, encontraríamos parecidas críticas de los ciudadanos y de los medios de comunicación, en el sentido de que se ocultaba información o que se primaban intereses más o menos velados. De esta manera, la información que procede de la Administración queda bajo sospecha, como si fuese interesada, partidista, compuesta por medias verdades. Esta desconfianza, a veces, se agrava por las contradicciones de algunos profesionales sanitarios que desacreditan con mucho eco, y sin mucho fundamento científico, algunas de las medidas adoptadas.

En estas situaciones, aparición de forma súbita de un nuevo germen causal que se transmite rápidamente de persona a persona, hay sensación de incertidumbre y alta tensión emocional. La gente es sumamente emocional. Quieren saber qué está pasando, qué pueden hacer para protegerse tanto ellos como sus familias y lo quieren saber ya.

Ante una crisis de salud pública, lo primero es actuar técnicamente de la manera más irreprochable, con el apoyo y consenso científico y la máxima coordinación; lo segundo es gestionar la comunicación. La comunicación con los ciudadanos y con la prensa presenta desafíos únicos. Las instituciones deben hacer un esfuerzo pedagógico para que los ciudadanos puedan entender cuestiones sensibles, tomar decisiones informadas sobre su protección y, en algunos casos, implicarse en la respuesta al problema.

Respecto a la gripe A, hay un hecho innegable, la constatación en abril del año pasado de casos de gripe causados por un nuevo virus mediante una transmisión sostenida de persona a persona y a gran escala, inicialmente en México y en Estados Unidos y en pocos días a escala mundial. Una pandemia que, al igual que ocurrió en otras épocas de la historia, podría haber causado un altísimo número de muertes. En los inicios de la pandemia de gripe A, nadie podía prever el comportamiento del nuevo virus en términos de virulencia o letalidad. Además, lo relevante al inicio de una epidemia, es la adopción de medidas que contengan la expansión del virus, y cuando esto ya no es posible, la protección de las personas vulnerables para evitar que sufran complicaciones o mueran.

En la intervención de las alertas de salud pública, no se espera a la confirmación diagnóstica de los casos, basta la mera sospecha, ni a la constatación de la magnitud de la misma, porque lo que interesa es controlar inmediatamente la exposición o interrumpirla en su caso. Proteger a las personas expuestas para que no enfermen, y atender a los casos para su pronta recuperación.

Creemos que en España, en términos generales, se ha hecho una buena gestión en el abordaje de la epidemia de Gripe A. Se aprovechó la experiencia acumulada en los últimos tiempos sobre la preparación de una posible epidemia de gripe aviar, adaptándose con celeridad estos planes a la gripe A.
En una primera fase, detectando precozmente los primeros casos que iban llegando a España, casos importados, haciendo un estrecho seguimiento de los contactos con el fin de retrasar lo más posible la expansión de la enfermedad y, cuando ésta fue inevitable, fase pandémica, priorizando la intervención en la atención clínica de los enfermos más vulnerables para evitar las complicaciones. En definitiva, se aplicaron las medidas previstas en los protocolos basados en la evidencia científica, y en una estrecha coordinación entre Comunidades Autónomas sin precedentes.

Aunque los factores determinantes más importantes de la baja virulencia del virus hayan tenido que ver más bien con aspectos de la propia estructura del virus o con variables ecológicas y/o ambientales, estamos absolutamente convencidos que la diferencia de la mortalidad por gripe A entre países tiene que ver con la adecuación de las medidas adoptadas en el abordaje de la epidemia y los recursos destinados al tal fin. Estaremos atentos a los resultados de los estudios de evaluación del impacto de las medidas adoptadas.

fuente: diariosur.es

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