Manipulación global sanitaria con la gripe A

Ha saltado a la actualidad periodística el asunto de la pandemia de la gripe A. El parlamentario europeo Wolfgang Wodarg, presidente de la Comisión de Salud del Consejo de Europa, acusa a los «lobbies» farmacéuticos y a los gobiernos de la gestión, posiblemente interesada, de la gripe A. Así, ha conseguido la creación de una comisión de investigación el papel desempeñado por los laboratorios en la campaña de pánico en torno al virus. De tal modo que piensa que desde que la OMS cambió la definición de pandemia comenzó el negocio para las farmacéuticas con la mencionada gripe.

En una entrevista realizada para el periódico francés «L'Humanité», sostiene en diversas respuestas: «Nos enfrentamos a un fracaso de las grandes instituciones nacionales encargadas de alertar sobre los riesgos y de responder en el caso de que aparezca una pandemia...». Realmente, continúa diciendo, «no había nada que justificase semejante grado de alarma».

Wolfgang Wodarg, médico y epidemiólogo, sostiene en la entrevista que «?un grupo de personas de la OMS está asociado de manera muy estrecha con la industria farmacéutica». Toda la entrevista transcurre poniendo en duda la gestión de la famosa gripe y sospecha que la corrupción está presente en el asunto. Empresas como Novartis, Glaxo, Baxter, etcétera, «?tienen a los suyos en los aparatos y se mueven con rapidez para que tomen las decisiones políticas adecuadas, es decir, aquellas que les permitan bombear el máximo de dinero de los contribuyentes».

Son las multinacionales farmacéuticas las que obtendrán enormes beneficios. Inmensos beneficios, realizados con la credulidad (pensemos que honesta) de gobiernos e instituciones que las hacen estar en el mejor de los mundos económicos. Encantadas están esperando la siguiente ocasión.

A mi juicio, la Organización Mundial de la Salud ha sufrido un grave quebranto en su ya poco prestigio. Las hambrunas y las graves enfermedades fruto de la pobreza y de la explotación del injusto sistema capitalista no son atendidas con la suficiente eficiencia y diligencia. No es ningún secreto que la OMS se ha convertido en una organización al servicio de los países ricos, y ahora de las multinacionales farmacéuticas.

Ya, en su momento, el sociólogo alemán Ulrick Beck denunció en sendos libros lo que él llama «la sociedad del riesgo». Un estado generalizado de pánico que los gobiernos sólo pueden paliar con grandes reservas de fármacos y con medidas de impacto en los medios de comunicación. El miedo es buen consejero para propiciar buenos negocios, desde el armamento hasta la seguridad, pasando por la intromisión en la intimidad personal. Y la enfermedad es el modelo por excelencia para que sintamos miedo; más si ésta se convierte en pandemia.

Si queremos, de ahora en adelante, tener alguna oportunidad de que algo parecido no vuelva a ocurrir -no es la primera vez que se difunde globalmente una campaña del miedo para vender fármacos y tratamientos médicos-, hay que explicar a la ciudadanía la estructura intrínsecamente corrupta sobre la que pivota el sistema sanitario mundial. Hay que tomar medidas destinadas a que las instituciones públicas encargadas de la salud ciudadana sean independientes, así como denunciar y perseguir judicialmente a los profesionales que se presten al juego de las presiones económicas.

Los gobiernos tienen la obligación de garantizar a la ciudadanía que no habrá más timos como el de la gripe A, no como tal enfermedad -que eso no se cuestiona-, sino la parafernalia que a su alrededor se escenificó. La resignación, como el miedo, paralizan. Hay actuar para que esto no vuelva a ocurrir. Al menos deberíamos intentarlo.

fuente: lne.es