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jueves, 14 de enero de 2010

La verdad sobre la gripe A

LA Organización Mundial de la Salud (OMS) ha decidido someter al dictamen de un grupo de expertos independientes su propia actuación con respecto al virus H1N1, causante de la gripe A y de la mayor alarma sanitaria que ha sufrido el mundo en los últimos meses.

El encargo de esta especie de auditoría externa sigue de inmediato a la iniciativa de un parlamentario alemán del Consejo de Europa, médico epidemiólogo y socialdemócrata, para que se investigue si los laboratorios farmacéuticos "han incitado a destinar los recursos sanitarios a favorecer estrategias de vacunación ineficaces".

Los expertos dirán, pero los profanos no podemos sustraernos a la sospecha de que la gripe A ha pasado de pandemia grave y potencialmente mortífera a resfriado leve de temporada y que la benemérita OMS se ha pasado de precavida, no sé si curándose en salud -nunca mejor dicho- ante el riesgo o dejándose influir más de la cuenta por científicos que a veces sirven menos a la verdad que a la industria para la que trabajan (compatibilizando o no ese trabajo con sus análisis para los estados y los organismos supranacionales).

Cuando se detectaron los primeros casos de gripe A, en la primavera pasada y en México, en medio de un paisaje de mascarillas, encierros en casa y cuarentenas aeroportuarias, parecía que estábamos ante una reedición de la peste bubónica y que los contagiados iban a caer como chinches. La Organización Mundial de la Salud, con el recuerdo de lo ocurrido con la gripe aviar, actuó según sus protocolos: declaró la pandemia, con la consiguiente alerta mundial, por el hecho de que había un virus que se propagaba fácilmente entre personas de dos o más continentes.

La cuestión es: ¿basta con que se detecte la difusión del virus para activar las alertas o hace falta también que la enfermedad causada por el virus sea suficientemente grave? Ahí es donde los críticos de la OMS creen que los laboratorios, con su ingente capacidad de presión (hay pocos lobbies tan poderosos) y "sus" científicos de cabecera o asalariados, han podido ablandar la voluntad de la cúpula del organismo con sede en Ginebra para que, a su vez, los gobiernos se lanzaran a comprar vacunas en cantidades industriales. Solamente España adquirió 37 millones de dosis, de los que se han utilizado 13. El resto, ha dicho la ministra con indudable optimismo, se aprovecharán probablemente para el año que viene.

Son muchos millones de euros los que algunos han ganado en la más estricta legalidad, pero reforzando la propensión de la gente al alarmismo y exagerando la gravedad de un mal que, en la inmensa mayoría de los casos, se cura con una semana en casa. Como la gripe común de cada año, aunque con mucho más ruido.

fuente: diariodesevilla.es

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