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lunes, 1 de febrero de 2010

La famosa gripe A y la OMS

La organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de anunciar que un grupo de expertos independientes analizará la actuación del organismo internacional en la administración de la crisis ocasionada por la gripe A y las alertas decretadas en su momento. Más de uno, y probablemente de dos o de tres personas, al leer este titular, habrá reparado en que, cuando menos, la desproporción entre la alarma causada, los medicamentos puestos en circulación y la realidad de la incidencia de la enfermedad han sido, por ser suave, polémicas. En efecto, los gobiernos no han podido colocar los medicamentos, éstos, según algunas informaciones, tienen efectos secundarios desconocidos para el gran público. Se trata, desde luego, de asuntos graves, muy graves, que afectan, no sólo al buen nombre de un organismo internacional, sino a sospechas, más o menos fundadas, en relación con los dirigentes, con los responsables globales de la toma de decisiones acerca del nivel e intensidad de las diversas alarmas emitidas. En realidad, lo que está en cuestión es la alianza o no del organismo internacional con la industria farmacéutica con el objeto de exagerar deliberadamente la incidencia social de la enfermedad facilitando una venta mayor de medicamentos contra la gripe A. En concreto, el presidente del comité de salud de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, epidemiólogo de profesión, ha afirmado, ni corto ni perezoso, que la OMS, en cooperación con algunas de las grandes compañías farmacéuticas y sus científicos, redefinieron el nivel pandémico y redujeron el umbral de la alarma de manera que los dirigentes políticos hubieron de firmar acuerdos comerciales para adquirir vacunas contra la nueva gripe así como gastar millones de dólares en responder al alarmante estado de cosas que los lobbies farmacéuticos, los medios de comunicación y las ONG estaban propalando por todo el mundo. La campaña orquestada, de ser cierta, será un ejemplo de cómo se consigue doblegar y hacer cambiar de opinión a los dirigentes políticos en un punto de especial sensibilidad social.

Una cuestión que convendría despejar es la relativa a la composición del comité de expertos. Por una sencilla razón: si resulta que los expertos independientes son designados por la OMS o son miembros de algún comité de la OMS, entonces ya sabemos cual será el veredicto final. Los expertos normalmente son independientes porque se les convoca en función de criterios y argumentos de racionalidad técnica. La denominación experto independiente es, desde luego, confusa. Si resultara que son designados por la OMS en su calidad de expertos independientes, la pretendida objetividad habría quedado desnaturalizada por obvias razones. Si, en cambio, son propuestos por un organismo independiente de la OMS o de Naciones Unidas, la credibilidad de su actuación será mayor. La Administración científica es, ciertamente, bien relevante para la adecuada instrumentación de las políticas públicas. Siempre es positivo estar asesorado por órganos colegiados de expertos que hayan de verter ideas y opiniones cerca de determinadas cuestiones de naturaleza que reclaman desarrollos y planteamientos científicos y éticos.

fuente: elcorreogallego.es

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