
Nadie parecía quedar a salvo del virus, que estaba a tiro de estornudo. Así que todos, incluido quien les escribe -que aún conserva intacto el bote de desinfectante-, nos volvimos unos aprensivos. Llenamos la mesita de noche de gelocatiles, resueltos a ganarle la partida a la parca a base de cataplasmas de eucalipto y chutes de tamiflú.
Presos de un estado de paranoia más propio de la invasión alienígena de «La Guerra de los Mundos», se hicieron ridículas campañas que prohibían besarse, meter la cuchara en el perol o santiguarse con el agua de la pila de la iglesia. Sólo faltaba fumigar la oficina para borrar el rastro de la letal cepa. Aquello era el acabóse: colegios sin alumnos, servicios de urgencia colapsados, bajas masivas de empleados... Los gobiernos hicieron acopio compulsivo de vacunas y antivirales. A pesar de que veníamos de vuelta por la operación de intoxicación que precedió a la gripe aviar y el mal de las vacas locas, el Ejecutivo de ZP se gastó 94 millones en antídotos que ahora se amontonan en los centros de salud y no sabe qué hacer con el pufo de 11 millones de dosis sobrantes. El personal que en teoría estaba en riesgo no se ha inmunizado ni el virus ha cercenado 150 millones de vidas en el mundo. Las víctimas en España no llegan a 300.
Al cabo de los meses, la burbuja de la «pandemia» ha estallado sobre sus cimientos de humo. El globo se ha desinflado y los que lo llenaron de aire, como la OMS, permanecen mudos, no sé si por vergüenza o porque ya han engordado lo suficiente las boyantes arcas del «lobby» farmacéutico. Con la ruina que tenemos encima, alguien debería explicar este dispendio inútil. Pues, no hay virus más dañino y traicionero que la crisis. Lo demás huele a que nos han inoculado el miedo y nos han vendido la moto para que alguien se lo lleve calentito. Que quieren que les diga: si nos vamos a ir todos al carajo, casi prefiero la amotillo de Manaute. Al menos, ésta tenía marcha atrás.
fuente:abc.es
0 comentarios:
Publicar un comentario
Deje su mensaje