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lunes, 21 de diciembre de 2009

La rentable gripe A

Tras los ríos de tinta que ha provocado la manida pandemia de la gripe A, las voces disonantes con las teorías oficiales han empezado a hacerse un hueco importante en los medios británicos, poniendo en entredicho las políticas sanitarias internacionales.

Los primeros atisbos de esta situación surgieron al promover la nueva vacuna entre los profesionales sanitarios, la mayoría de los cuales la rechazamos por la falta de ensayos fiables (alcanzando hasta el 60% entre los médicos de cabecera). Este escepticismo se está haciendo patente al encontrarnos con que muchos ambulatorios están rehusando utilizarla en menores de 5 años y, en muchos casos, en embarazadas, comprometiendo de este modo los planes gubernamentales hasta el punto de que los doctores han despreciado los incentivos económicos del Departamento de Salud (más de 5 libras por dosis además de "pequeñas concesiones"). Lógicamente, tal actitud puede agudizar el recelo.

Otro foco de suspicacia recae en los laboratorios Roche y su producto estrella de la temporada, el oseltamivir o Tamiflu; es necesario especificar que la estrategia para controlar la posible expansión del virus en el Reino Unido incluye, entre otras muchas medidas, el diagnóstico por teléfono o internet y el tratamiento con dicha especialidad farmacéutica evitando a toda costa la visita médica. Cuando la comunidad científica intentó acceder a los datos de los ensayos clínicos de tan aceptada droga, no han hallado más que trabas por parte de Roche; las reseñas publicadas hasta ahora no evidencian los supuestos beneficios inductores de la colosal inversión internacional (más allá de acortar la duración de la enfermedad uno o dos días), hacen que ya no se considere en muchos círculos sanitarios tan obvio su uso como primera línea de combate y todo ello ha acentuado el recelo general, también por los posibles efectos secundarios.

Como respuesta a la tormenta desatada, Roche dice que ha facilitado los datos pertinentes a autoridades y gobiernos, y que está en proceso de implementar una base de datos de acceso restringido con los sumarios de dichos ensayos.

Cabe recordar en este punto que hace unos cuatro años pasó algo parecido, pero quizá de menor envergadura, con la llamada gripe aviar (virus H5N1), para la cual también se recomendó el uso de Tamiflu como tratamiento de elección; pese al pánico desatado entonces, desde el año 2003 (en el que comenzó la "epidemia") hasta el 2008 se contabilizaron 239 muertes en todo el planeta según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando, según la misma fuente, la gripe estacional mata de 250.000 a 500.000 personas cada año. A la cepa actual, la H1N1, la OMS le atribuye a día de hoy menos de 10.000 muertes en total.

Ante todo esto, a cualquier persona medianamente documentada no le suenan a conspiración las corrientes de opinión que apuntan a multinacionales farmacéuticas, autoridades sanitarias y gobiernos, en comunión con los medios de comunicación masivos, como fomentadores de la alarma social creada con este tema; los beneficios para todos son evidentes: las ganancias de la compañía sólo por la venta de este producto se acercan a los dos mil millones de euros.

Por ello, el dilema que nos planteamos quienes hemos de orientar al público en el actual clima no es precisamente minúsculo, mas creo que, si no surgen datos incontestables acerca de la eficacia y la seguridad de estos productos, estamos en la obligación moral de desaconsejar el uso tanto de la vacuna como del Tamiflu.

fuente: lavanguardia.es

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